martes, 28 de mayo de 2013

Primeras impresiones XIV

Soshi Angai by Rayba
El corazón de la joven Escorpión latía desbocadamente. En aquellos momentos se alegraba como nunca de llevar la máscara integral que cubría cada uno de sus rasgos, pues temía que la emoción se transparentara en su faz. Sezaru-sama la había hecho llamar, y seguramente fuese para hablar con ella, como había hecho en otras ocasiones cuando le había ocurrido algo extraño. Si los sueños de ayer habían sido lo suficientemente intensos, quizás no quisiera ver nunca más a la Usagi... una impresión que ella se aseguraría de reforzar. Pues si los kamis le enviaban un aviso, lo sabio era escucharlo, ¿verdad...?

Estaba en su jardín favorito, sentado frente a un recipiente de agua que parecía estar mirando con fijeza. Su cabello blanco caía trenzado a la espalda sobre los ropajes de seda rojo anaranjado. Llevaba, él también, una máscara puesta... una máscara que Angai reconoció como el Nemuranai que había heredado de su madre. Un objeto de poder, y que quienes conocían a Sezaru sabían que sólo se ponía cuando era el Lobo, el temible shugenja capaz de abrasar a un hombre por proteger a los suyos... o de cualquier otra barbaridad.

El entusiasmo de la joven remitió, llenándose su alma en cambio de prevención y desasosiego. Incluso con el deseo que sentía de alejar a Usagi Makoto de la Corte Imperial, aquella máscara era mala señal. A fin de cuentas, no quería que la matara... La muchacha era molesta, y había osado tratar con familiaridad a miembros de la familia Imperial a los que no debiera ni haberse acercado. Pero no deseaba verla muerta. Tal vez había infravalorado el deseo de Sezaru de proteger a los suyos... Y si consideraba a la Usagi una amenaza seria...

Él clavó sus ojos sin pupila en ella.

-Angai-san -su voz habitualmente apacible era distante y fría. La dama Escorpión sintió un escalofrío, y se inclinó profundamente para disimular el temor que sabía que se evidenciaría en sus ojos-. Te agradezco que hayas venido tan pronto.

-Siempre que me llaméis acudiré rauda a vuestro lado, Sezaru-sama -respondió ella en voz baja, aquella voz suya tan seductora para algunos... pero no para el Lobo, que parecía considerar su sensualidad algo deliberado.

-Ayer noche varios de los componentes de la Casa Real Toturi vimos turbados nuestros sueños por la intervención de una fuerza externa.

Angai abrió mucho los ojos, felicitándose a sí misma por su elección de máscara. Era mejor que no viera su rostro, pues podría haberle delatado. En cambio, sus ojos podían expresar lo que ella deseara, si tenía tiempo suficiente para concienciarse.

-La persona que hizo mella en nuestro descanso era una mujer, una mujer de cierta relevancia y poder, que se ha aprovechado de la confianza de algunos de nosotros para intentar una fea treta -continuó él. Aunque Angai no habría definido a la Usagi como alguien de importancia, comprendió que la Voz del Emperador la estuviese juzgando así cuando había usado uno de los tipos de magia más complejos e imprevisibles-. Dime, Angai-san, ¿qué crees que deberíamos hacer con ella?

-Exiliarla, Sensei -respondió bajando modestamente la mirada, evitando que el triunfo y el alivio se evidenciaran en sus negras pupilas.

-Uhmmm. Hablaré con el Emperador -murmuró Sezaru, clavando sus ojos color grafito en el vacío-. Anunciará su decisión en el momento oportuno, desde luego.

-Desde luego, no podéis forzar la voluntad de Oh-Naseru-sama -Angai se sentía bailar por dentro de pura felicidad y éxtasis. Sintió el peso de la mirada de Sezaru, y alzó lentamente la suya hacia él, notando que su corazón se aceleraba de nuevo, pero no de miedo esta vez-. ¿Necesitáis algo más de mí, Sensei...?

-Iie -musitó el shugenja, observándola sin parpadear-. Puedes retirarte, Angai-san.

-Arigatô, Sensei -ella hizo una nueva reverencia que disimulaba su habitual decepción. A aquellas alturas ya debería haberse dado cuenta de que Sezaru era demasiado reservado y sobrio para aceptar sus indirectos coqueteos.

¿Qué habría hecho aquella maldita Liebre para girarle el pensamiento de aquella forma? No podía entenderlo. No era tan bella, o refinada, o culta, o inteligente como para que ningún hombre se interesara por ella. Y ahí los tenía, al Emperador nada menos y al propio Lobo actuando como estúpidos ante la bushi. Porque por muchas vueltas que le diera, no veía otra opción: los dos hermanos se habían encaprichado de ella, los Kamis sabría el porqué. Dudaba que el propio Naseru se hubiese dado cuenta de ello, pero así era. Cualquier mujer con verdadera intuición se percataría de ello.

Si la Usagi hubiese aceptado su oferta de ayuda para seducir al Emperador... tal vez no hubiese tenido que rebajarse a otros trucos.

Pensó en los cabellos negros que había recolectado de su cuarto, tras lo cual había destruído todo para no dejar la posibilidad de que nadie adivinara su verdadero propósito. Recordó cómo habían ardido complacientemente junto al incienso, tejiendo un hechizo de humo y memorias robadas.

Se sonrió, satisfecha. No quedaba mucho para que Usagi Makoto dejara de irrumpir en su vida, así que podía alegrarse por ello...

No vió cómo Sezaru la seguía con la mirada, ni la forma en que se quitó el Nemuranai del rostro como si pesara muchísimo, ni su expresión triste y dura a un tiempo.

Si lo hubiese visto, tal vez no se hubiese felicitado por sus acciones.

***

Ide Kotetsu contemplaba a Makoto con curiosidad. Habían comenzado a comer y la conversación entre ambas, habitualmente fluída, estaba siendo precaria cuanto menos. La joven Liebre parecía quedarse mirando a la nada, mientras sus mejillas se teñían de carmesí sin venir a cuento. La mujer mayor empezaba a sospechar que Makoto tenía bastante que explicar.

-Oh-Sezaru-sama es muy amable, ¿neh...? -preguntó repentinamente la más joven. Kotetsu tomó un trozo de pescado entre sus palillos, sopesándolo un instante antes de llevárselo a la boca y masticarlo con parsimonia.

-Hai... supongo que será la edad -respondió en tono neutro.

-No es tan viejo -repuso la Usagi. Kotetsu, que conocía la edad real del hombre, o mejor dicho la deducía por cuanto sabía de él y su historia, la miró, a la espectativa. La muchacha, sin embargo, frunció el ceño y preguntó de nuevo-. ¿Por qué no se ha casado ninguno de los hermanos del Emperador?

Kotetsu se rió suavemente.

-Kaneka-sama es... un hombre difícil, tiene un genio espantoso y muy mala fama. Y pese a su cargo, sigue siendo un bastardo. Sezaru-sama -hizo una pausa de nuevo y dejó sus palillos, sonriendo-. Es muy poderoso, y eso da miedo. Se dice que puede ver tus pensamientos.

-Entonces yo no corro ningún peligro... creo que últimamente mi mente está bien vacía -suspiró Makoto. La Unicornio siguió hablando como si no la hubiese oído, aunque su sonrisa se acentuó.

-Además, toda mujer casadera va a por el Emperador primero. O casi todas -miró a la Liebre con intención.

-Es apuesto -reconoció Makoto-. Y es el Emperador, a quién no le guste por sí mismo le gustará por su puesto... -la joven adoptó una mirada soñadora por unos instantes, quizás recordando lo ocurrido el primer día-. A su manera, es... amable. Aunque complicado.

-Sí, es apuesto, pero le criaron los Escorpión -señaló la cortesana Unicornio-. No le llamaban "El Yunque" por nada.

-¿Y por qué le llamaban así? -Makoto parecía ahora haber perdido el hilo de su primera línea de conversación, más interesada en el Emperador que en su anterior ensoñación.

-Porque dicen que es tan duro como uno.

-No ha vivido una época fácil, y ha perdido a su hermana -la joven Usagi parecía repentinamente más generosa con el hombre con el que hacía tan poco tiempo había estado tan furiosa-. Todo eso cambia a las personas. Y su padre... -suspiró. Kotetsu la miró, frunciendo el ceño, y la más joven se sonrojó-. ¿Digo tonterías?

-Iie... pero estás poniéndote sentimental -comentó la mujer mayor, dando un sorbo a la sopa de miso.

-¿Sentimental? ¿Con Oh-Naseru-sama? -la muchacha parpadeó, asombrada, y luego se echó a reír-. ¡Iie, nada más lejos de mi intención que...! ¿Ponerme sentimental respecto al Emperador? Ni hablar, es un hombre difícil y caprichoso. Puedo entender su actitud en parte, pero eso no quiere decir que...

Kotetsu pensó que la Usagi estaba protestando en exceso, lejos de su actitud distante de días anteriores.

-Sinceramente, Makoto-san, no sé por qué te cohartas -comentó sonriendo-. Ya has demostrado ser capaz de llamar su atención, así como la de su hermano mayor.

-Ah... Hai -la bushi se sonrojó, y Kotetsu empezó a ver un hilo común en todo aquello-. Pero de todas formas, mis habilidades en general distan mucho de ser los mínimos que se requerirían en el mundo cortesano. No he venido aquí en busca de esposo -dijo con excesivo calor, como si se estuviese recordando algo a sí misma-, ni para llamar la atención del Emperador en realidad. No puedo competir en gracia y belleza con las Grulla y Escorpión. Y como tenga que hablar mucho... voy a acabar metiéndome en un compromiso...

-Esa es la idea, Makoto-san... acabar con un compromiso -bromeó Kotetsu. Makoto se puso como la grana, y la mujer mayor decidió que ahí había más de lo que la muchacha le estaba contando. Sin embargo, antes de que pudiera insistir sobre el tema, llamaron a la puerta. Las dos mujeres se giraron hacia la entrada, por donde apareció nada más y nada menos que Shiba Dorayo, el Campeón del Fénix. 

Kotetsu notó que su corazón se aceleraba y supo que su sonrisa rebelaba la felicidad que sentía al verle de nuevo, una felicidad que se enturbiaba al pensar en que el hombre, sin duda, iba a volver a desafiar a su viejo amigo. Suspiró, apenas escuchando las excusas del avejentado Fénix, cuyo rostro querido cada día estaba más surcado por arrugas, pero cuya bondad era tan evidente que parecía iluminarle desde dentro.

-Usagi Makoto, os presento a Shiba Dorayo-san, Daimyo de la Familia Shiba y Campeón del Clan del Fénix -saboreó cada título, cada nombre, mientras sus ojos no se apartaban de los familiares rasgos del hombre. Makoto hizo una profundísima reverencia-. Onegai, siéntate, Dorayo-san -casi rogó.

Él se sentó, sonriendo apacible y amigablemente.

-Oh, por favor, no es necesario -indicó a la muchacha del Clan de la Liebre-. Los amigos de Kote-chan son mis amigos.

-Dorayo-san, ¿cómo es la Candidata enviada por vuestro Clan?

-Muy educada, sobria, seria, tímida... ¡Aburridísima! -el hombre se rió gentilmente-. Francamente, prefiero a las mujeres más... naturales -le guiñó el ojo a la joven Liebre, que le sonrió divertida. Luego el hombre recobró la seriedad-. En todo caso, Kote-chan, venía a decirte que he hablado con el Emperador a propósito del Campeón del Dragón.

-Kamis -Kotetsu se puso la mano sobre el corazón, notando un dolor punzante, sintiéndose momentáneamente sin aliento-. ¿Vais a...?

Él asintió, serio y algo triste, pero resuelto.

-Debo desafiarle de nuevo. El Emperador en persona se ha prestado, tras mi humilde petición, a ejercer de juez del resultado.

-Otra vez...

-Hai, otra vez -asintió él. Sus ojos gentiles estaban llenos de pesar, pero su boca estaba firmemente apretada en una dura línea.

-¿Nunda dejaréis de intentar mataros? -musitó la Unicornio, enlazando las manos sobre el regazo y mirándole angustiada.

-No lo creo, no -su tono era asombrosamente dulce, casi como una disculpa. Miró de reojo a Makoto, que le observaba con ojos muy abiertos, y le sonrió con aire compungido-. Gomen nasai... 

-Iie, soy yo quien debería disculparse -musitó la muchacha-. No debería estar irrumpiendo en una conversación privada. Si deseáis que me retire...

-No, no es nada, Makoto-san -Kotetsu se negaba a quedar a solas con su pesar, con su remordimiento-. Dorayo-san sólo tiene una disputa desde hace ya mucho con el Campeón Dragón. No es ningún secreto, así que no estáis imponiéndoos indebidamente. Ni recuerdo cuántos duelos han tenido ya intentando matarse el uno al otro...

-Treinta y cinco -puntualizó él sonriendo con su extraña gentileza, tan impropia de un hombre dispuesto a matar a un amigo.

-Sin duda debe tratarse de un tema de honor, Ide-sama, si ambos se lo toman tan a pecho -respondió Makoto-. No puedo criticar su actitud cuando no conozco sus motivaciones.

-Somos grandes amigos, los mejores del mundo -respondió el Shiba-. Pero tenemos una discusión irreconciliable. Ahora, si me disculpáis, iré a su encuentro... si debo desafiarle, ambos debemos prepararnos debidamente -dijo, con la remilgada etiqueta de quien lleva a cabo un viejo ritual. Se levantó y saludó profundamente.

-Hasta más tarde entonces, Dorayo-san -suspiró Kotetsu, sabiendo que en sus ojos se reflejaba un dolor inconsolable que no hacía las cosas más fáciles al maduro Fénix.

-Ha sido un honor, Shiba-sama -dijo cortésmente Makoto. El hombre se retiró sonriendo a ambas mujeres, estoico. Kotetsu permaneció a la espera. La mirada de la Usagi, cargada de curiosidad, no le vino por sorpresa. Suspiró.

-Adelante, pregunta.

-¿A... a qué se debe esa disputa, si puedo preguntarlo? -dijo la muchacha, dubitativa.

-Es un tema complejo. Cuando yo era pequeña, mi padre me prometió con Dorayo-san, pero los años pasaron, y él estaba ocupado con su nuevo cargo de Campeón del Fénix. No vino a por mí. Entonces, Mitumoto Shirigo-san vino de visita. Nos conocimos, y pidió mi mano al Khan, el cuál se la concedió. Así, ambos tienen derechos, pero ninguno puede reclamarlos sobre el otro... -su expresión se volvió melancólica-. Esperaba que decidieran someterse a la voluntad del nuevo Emperador, que permitieran que él zanjara la disputa. Pero al parecer, eso es imposible.

-Entiendo... -Makoto se aclaró la garganta-. Efectivamente, se trata de un tema delicado, Ide-sama. Es más que comprensible que se batan en duelo, a menos que el Emperador lo prohiba. Esa sería la única forma de frenar a dos samurais en una situación como ésta.

-Con lo buenos amigos que son -musitó Kotetsu, disgustada-. Una vez se han batido y se han dejado para el arrastre, suelen quedarse tranquilos durante un año, pero...

-¿Y vos? ¿Qué opináis del asunto?

-¿Yo? -a la cortesana Ide le hizo cierta gracia que la muchacha se preocupara de sus sentimientos, cuando decía que no le interesaba otra cosa que el honor. O bien estaba cambiando, o bien...-. Conozco a Dorayo-san desde que éramos niños, pero Shirigo-san es... tan apuesto...

Makoto la miró sin acabar de entender... o quizás sí comprendió, porque bajó la vista sonrojándose ligeramente. Kotetsu decidió cambiar de tema.

-¿Qué tal os sienta la vida en la corte? -la respuesta de la joven fue un murmullo indistinto, y la cortesana Ide enarcó una ceja. La bushi suspiró y explicó:

-Se me hace muy compleja, y dadas las atenciones a las que me ha sometido el Emperador, dudo que se simplifique para mí... -Kotetsu asintió, animándola a seguir, y la muchacha siguió explicando-. Yo pensaba llevar una vida discreta, hacer conocidos y alguna amistad, pero...

-Si alguien os da problemas, me lo contaréis, ¿verdad? -dijo Kotetsu, adivinando de qué iba el asunto.

-Si descubro quién es el culpable... -la bushi sonrió, encogiéndose de hombros-. Por lo que sé, Oh-Kaneka-sama no ha conseguido desentrañar quién era el culpable de... -suspiró-. Ayer me rompieron mis cosas, mi ropa, todo cuanto tenía en la habitación.

-Eso oí -concedió la Unicornio-. Es una lástima, aunque... sin pruebas no se puede hacer nada, pero sé de cierta Escorpión que va a tener dolor de estómago unos días -guiñó el ojo a la más joven. Ésta alzó las cejas con asombro, aunque parecía más sorprendida por la respuesta de Kotetsu que por su sibilina acusación a Soshi Angai.
-No entiendo por qué me tiene tanta manía -comentó, demostrando que ella también pensaba que la shugenja era la culpable.
-Rivalidad, no hay nada peor que los celos...
-Pues no parecía muy interesada en... -Makoto se interrumpió, y parpadeó. Kotetsu esperó pacientemente a que la muchacha llegara a la conclusión lógica, cosa que no tardó mucho en suceder-. Kamis, ¡esta chica es tonta! -exclamó la bushi. La Unicornio se quedó un tanto desconcertada ante la respuesta.
-¿Lo es...?
-Si me hubiese hablado a las claras, no hubiese aceptado pasar tanto rato con Sezaru-sama, ni me habría ido con él al pueblo ayer, ni... otras cosas -se sonrojó-. No preguntéis, por favor... El caso es que no estoy enamorada de él -declaró con excesiva vehemencia.

-Uhm... Makoto-san, ¿somos amigas?

-Hai -respondió la Liebre sin dudar.

-¿Buenas amigas? -la joven volvió a asentir-. ¿Íntimas? -Makoto la miró, sin comprender, pero asintió de nuevo-. Me alegra saberlo... Porque entonces podemos hablar de cualquier cosa, sin temer que nada salga de esta habitación -dió un sorbo al té que tenía de postre, sonriendo.

-Hai... -Makoto inspiró hondo, y luego dijo de un tirón-. MehebesadoconSezaru-sama -tras esta declaración, se tapó la cara con las manos, terriblemente sonrojada. Kotetsu sonrió, comprendiendo al fin el estado soñador de la muchacha, su aspecto alterado en algunos momentos, y su repentina benevolencia hacia el Emperador. Si la joven había estado a punto de cometer un desliz, sin duda el que Naseru hubiese tratado de impedir que estuviesen juntos debía parecerle ahora un acto de generosidad... Aunque la Unicornio, más versada en temas del corazón, dudaba que fuese ése el motivo real de los actos del Yunque-. Acabé sentada en su regazo... Por suerte, Oh-Kaneka-sama entró en ese momento -musitó, ruborizada hasta las orejas.

-¿Entonces, crees que si no os hubiese interrumpido...?

-No lo sé -la joven Liebre parecía realmente confusa-. Sezaru-sama es muy atractivo, pero... quiero pensar que hubiese parado antes de hacer nada... más comprometedor todavía.

-Eso depende de lo racionales que os sintiérais -comentó Kotetsu, francamente divertida y para nada escandalizada ante las declaraciones de la muchacha. En realidad, comenzaba a sentirse muy identificada con ella... pues la propia Unicornio había sido demasiado impulsiva en tales temas años atrás- Lo único que la preocupaba, en realidad, era que Makoto se estuviese dejando llevar por una mera atracción física, como daba a entender que hablara de lo atractivo que era Sezaru-. ¿Le encontráis más intereses, aparte de su aspecto?

-¿Su aspecto? -Makoto pareció confundida, y entonces negó con la cabeza-. No pensaba en su físico, sino en él, como persona... me gusta cómo habla, cómo piensa, pasar el rato con él...

-¿Te gustaría aún si estuviese lisiado o fuera deforme? -preguntó Kotetsu, empezando a intuír la verdad.

-Hai -respondió la muchacha sin dudar.

-¿Te hace reír?

-¡Hai! -la sonrisa de la joven era candorosa, y un punto demasiado expresiva. La Unicornio sospechó que Kaneka había cometido un error al separarles, en realidad.

-¿Te hace feliz?

-Hai.
-¿Te dolería que le pasara algo malo, fuera lo que fuese? -de nuevo, la muchacha asintió, y Kotetsu hizo una pregunta más, ya más que convencida de que la ingenua Liebre sentía más de lo que pensaba por el avejentado shugenja-. ¿Te dolería verle con otra?
-Creo... -Makoto frunció el ceño, pensativa-. Creo que me dolería en mi amor propio, pero nada más. Si eso le hiciese feliz, me alegraría por él... -no había doblez en su respuesta, ni celos reprimidos, y la dama Ide comprendió que no mentía.
-Es complicado -reconoció Kotetsu. Makoto asintió, lúgubre, y la mujer mayor decidió responder a la confianza de la muchacha con una confidencia propia-. Me he acostado con Mirabu-san -confesó. 
-Oh -la joven Liebre no pareció particularmente molesta por aquella declaración, cosa que le hizo subir aún más en la estima de la Unicornio.
-Y con Shirigo-san -añadió.
-¿Con los dos a la vez? -exclamó Makoto, asombrada.
Fue el turno de Kotetsu de sonrojarse violentamente, ante una idea que ni se le hubiese pasado por la cabeza.
-¡Kamis, no...! -repuso, riéndose pese a su turbación-. ¿Se puede saber quién te ha metido en la cabeza semejantes ideas, jovencita...? Aunque... -sus colores se acentuaron más todavía, y la risa que los acompañaba era mitad bochorno, mitad placer. Makoto la acompañó en sus alegres carcajadas.

-Quizás deberíais proponérselo -comentó la muchacha, tomando un sorbo de té mientras sonreía con picardía-. A lo mejor así no se peleaban más...

-Valdría la pena... -Kotetsu no sabía si escandalizarse o maravillarse ante aquella respuesta poco ortodoxa a su viejo y doloroso dilema-. Yo quería... decir que me podíais preguntar cuestiones íntimas -indicó-. Pero veo que tenéis mejores ideas que yo...

-Pero ninguna experiencia, Kotetsu-san.

-Eso se pilla enseguida -dijo coloquialmente la Unicornio.

-Casi me pasa eso hoy -suspiró Makoto-. Hubiese sido terrible, no por... el hecho en sí... Pero creo que Sezaru-sama se haría ideas románticas, y yo... yo no estoy segura. No creo que esté enamorado de mí, pero... -Makoto hizo una pausa y Kotetsu asintió, animándola a seguir-. A mí me gusta muchísimo, y no soportaría hacerle daño. Le conozco de hace dos días...

-El tiempo no es un factor -dijo la Unicornio, con una risilla conocedora-. Shirigo-san vino de visita con sus hijas, que por cierto tienen mi edad, hace ya años. Llegó un día y, mientras mi hermano pequeño charlaba con sus hijas, pues el proyecto inicial era crear una alianza entre nuestros Clanes casándole a él con una de ellas, Shirigo-san y yo paseamos, y hablamos, y reímos... -sonrió dulcemente, recordándolo-. Y cuando le llevé a la sala de los mapas, me besó.

Makoto la miró sagazmente, calibrando sus palabras y la forma en que había actuado frente al Campeón del Fénix.

-¿Estáis enamorada de los dos, neh...? -la mujer mayor asintió, y la más joven suspiró-. Por eso no soportáis que se hagan daño...

-Dorayo-san es un fuego lento, que arde desde hace mucho y que gana en intensidad cada año... Shirigo-san es un fuego rápido, imprevisible y feroz...

-¿Ellos lo saben? -preguntó Makoto con suavidad. Kotetsu asintió.

-Eso y su mútua amistad es lo que creo que ha impedido que se mataran durante todos estos años...

-Entonces deberíais probar mi solución. Es descabellada -lo era, realmente lo era, pero Kotetsu sintió en su corazón, por primera vez en todo aquel tiempo, una chispa de esperanza en vez de las amargas cenizas del desconsuelo-, pero toda la situación lo es. Y ellos se aprecian y os aman, así que quizás esto les permita... encontrar una salida sin que se sientan insultados en su honor, o en sus sentimientos.

-Es una salidad como poco original -reconoció Kotetsu-. Podría desposarme con uno por mi reputación... y estar con ellos, quererlos... a la vez, juntos... ¡Kamis! -se echó a reír de pura y simple felicidad, y Makoto coreó sus risas.

-Hablad con ellos entonces...

-Hai, hai...

-¡... Pero no les contéis que la idea ha sido mía!

-¡Kamis, no! ¡Se escandalizarían!